Continuación Canto a la alegría...
Yo canto a la alegría bendita de mirarme en el espejo pequeñito de la mirada de mi madre. Y canto la alegría de oír la voz querida de mi padre. Y canto la alegría de tener ocho hermanos y hermanas, unos lejos y otros cerca ―como si fueran árboles sembrados en distintos lugares de la tierra―.
Yo canto la alegría de dar a manos llenas mi amistad a otras gentes regadas por el mundo como semillas buenas. Y canto a la alegría de anticiparme al goce de viajar por países que me son realidad sólo en la geografía.
Yo canto a la alegría de escuchar la sencilla canción de una muchacha enamorada. Y canto a la alegría de hornear el postre que pondré en la mesa. Y canto a la alegría de preparar la cena. Y canto a la alegría cotidiana de ir al trabajo y decir: Buenos días a todos mis colegas.
Yo canto a la alegría que deja la lectura de un buen libro y canto a la alegría que nos trae la carta con noticias de un amigo lejano y canto a la alegría de tenderle la mano a alguien que no conozco todavía y canto a la alegría de escuchar a lo lejos el susurro de una vieja y emocionante melodía.
Yo canto a la alegría de ver crecer la luna y de verla gastarse y volver a nacer ―Fénix imponderable―. Y canto a la alegría de contemplar una ronda de abejas o de ver revolotear mariposas o ver la flor abierta con un grano de lumbre dormido en el regazo tierno de su corola. Yo canto a la alegría pequeña de estrenar un vestido, un anillo, una pulsera. Y canto a la alegría inmensa de encontrar a una persona que hace tiempo faltaba del mapa de mis días.
Yo canto a la alegría que mete el sol en la alcancía de las ventanas y canto a la alegría del piar de un pollito saliendo de su cáscara.
Yo canto a la alegría de probar un manjar desconocido y canto a la alegría de ver un pajarito recolectando hilachas para tejer su nido.
Yo canto a la alegría de aquella madre pobre que amamanta su hijo y canto a la alegría del pregonero viejo que deja en la mañana el rastro de voz.
Yo canto a la alegría de saber que hay un Dios que hizo la llama, el humo, el amor, el anhelo de paz que nace en cada corazón de hombre, de mujer o de niño.
Yo canto a la alegría de oír una campana y canto a la alegría de ver reír la estrella que se mira en el agua. Y canto a la alegría estremecida con ribetes de gracia y de milagro de haber nacido poeta para poder cantarle a la alegría.
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