Carmen Alicia Cadilla
(1908-m. en Nueva York:1994) Natural de Arecibo. Fue periodista y poeta. Estudió periodismo en Cuba. Casó con Billy Rubial, natural de esa hermana antilla. Trabajó en el Departamento de Instrucción Pública. Publicó varios poemarios, tras dar a conocer algunos poemas en las publicaciones de los atalayistas. Los silencios diáfanos (1931), Lo que tú y yo sentimos (1933), Canciones de la flauta blanca (1934), Raíces azules (1936), Litoral del sueño (1937), Zafra amarga (1937) Voz de las islas íntimas (1939); Ala y ancla (1940) Antología poética (1941); Alfabeto del sueño; poesía niña (1956); Entre el silecio y Dios (ilustrado por la autora, 1966) y de las narraciones Mundo sin geografía (1948) |
ACTA DEVOCIONAL
Hermano silencio: Hazte flor de sombra de mi pensamiento. Deja que el misterio de tu voz callada me llegue hasta el fondo del alma... Por ti amo la noche. Por ti amo la nada. Por ti amo mis versos... Por ti soy devota de todas mis cosas que tienen la clave mejor: ¡El silencio!
Gráfico de Puerto Rico, 10 de abril de 1930 |
CANTO A LA ALEGRÍA
Yo canto a la alegría que es la pizca del sal que resalta el sabor en el pan de la vida, el pequeño secreto que hace sentir al hombre que la mano de Dios está sobre su hombro.
La alegría no es solo una palabra. Va más allá del cerco del mirar y el sentir.
A veces se desborda de sí misma y entonces no sabemos si llorar o reír o cantar o escribir un poema o inventarnos un cuento.
Es una absurda y deliciosa mezcla de júbilo y de miedo. Un sobresalto luminoso que pone el corazón a trotar en el pecho y pone a la esperanza a empinar papalotes de ilusión y de dicha.
La alegría no sabe de antesalas. Viene en cualquier momento. Es tan inesperada que a veces nos parece una hermosa mentira. Vive en una sonrisa. Se mece en una rama. Nos llega en una ola que rompe su impetuosa maravilla en una playa solitaria. Nace del corazón ―burbuja de Dios mismo― y crece y crece y crece y sube y sube y sube hasta tomar dimensión de montaña o hasta alcanzar estatura de nube.
Yo canto a la alegría que asoma en el primer lucero que se enciende y canto a la alegría que deja en mi alma el beso sereno de mi esposo cuando sale de casa. Y canto a la alegría de mirar un renuevo en una planta y canto a la alegría de oír reír a un niño que pasa por la calle.
Yo canto a la alegría de oír un trino aunque no vea el ave. Y canto a la alegría de ver caer la lluvia con el sol sobre la yerba. Y canto a la alegría de ver bailar las aguas cuando forman enormes charcos los aguaceros torrenciales.
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