Pregón en llamas
Carmelina Vizcarrondo
Música en las hojas verdes, música en las hojas largas. Marcha fúnebre de azúcar, marcha fúnebre que amarga.
El tizón rojo chamusca la grupa de la cantata. Temblor de flor en el campo. Temblor de miel en el alma.
Largos arroyos de luna le pespuntan la mortaja. Grietas en la tierra seca como resecas gargantas.
–Aguas para mis cabellos, gime la caña morada, agua azul del cielo azul para mis trenzas que cantan su trémolo de cenizas como una loca sonámbula.
Y se retuercen las cepas en sus tronchadas plegarias. ¡Rojo el cielo adormecido! ¡Rojo el campo como un ascua! No puedo ver las estrellas, se las tragaron las llamas.
Huye el coquí y la lucerna de ese rumor escarlata. Será luego el pasto verde un cementerio de brasas.
Las sombras hacen más viva la pirotecnia de llamas, lenguas calientes que bordan la túnica del Dios Yama.
Olor a guarapo hervido, olor a hierba ultrajada, a margaritas molidas, a manantiales de lágrimas.
Alta la luna en la noche, su ojo avizor no pestaña. Desde el cielo le parece otra luna de fogata.
Los plumones alarmados cejan sus timbres de plata. Como pañuelos al viento brillan en la noche pálida. Parece un cortejo fúnebre el adiós de las guajanas. |