Continuación...
Loíza Aldea
Carmelina Vizcarrondo
El río se va ensanchando en el lienzo del retiro y los ancones sombrean la turbulencia del limo.
El verde nos va marcando su sosiego relamido, y el automóvil glotón se traga el paisaje vivo.
Loíza nos abre inquieta sus brazos negros y finos, mientras entramos tanteando sus redondeces de siglos.
Loíza negra en la playa, negra en tus cocos blanquísimos. Negra en tu teje maneje, negra en tus negros mestizos. Negra en tu parejería, y en tus rones de domingo.
Por un collar de rocallas y unas enaguas de brillo, das tu apretamiento recio, tu chinchorro y tu bohío...
Loíza, negra en la sangre, rubia en tu contorno rico. Mirar azul en tu playa blanca de espuma y graznidos.
|
Plata charol de tus jueyes, maña gris en tu escondrijo. Trepadora de palmeras, incansable tostadillo donde lento se derriten salmorejos y remilgos; baile, botella y baraja, Santiago, yuca y mosquitos.
Frente a tu estampa azabache la sangre azul da un respingo.
Trepidando en la carrera del asombro presentido, van brillando las gaviotas como pedazos de vidrios.
En tu carnaval de julio que es problema metafísico, mueves la caratulada salsa prieta de tus ritmos.
Loíza, negra en casabes, en tortillas y en hechizos, ¡si parece que te bañas en sirop de tamarindo!
Un abandono de voces deja el paisaje dormido. La aldea sueña en la tarde reminiscencia de nido, y el flamboyán centenario a la iglesia del pueblito, le da una media verónica con su capote encendido.
|