EL POEMA ATALAYISTA

por  Alfredo Margenat

Nuestro poema es prismático poliédrico, sondeante, ávido de embriagueces metafóricas, de rutas inmáculas, de potencialidades estéticas... Nuestro poema nació en la hora negra de las cobardías insólitas en el momento actual de las momificaciones literarias: altivo, vindicador sahumante de proteicidad, pletórico de un galvanismo conqueridor que lo hace grande, único y majestuoso... Poema símbolo, clarín de guerra que apostoliza a los cuatro puntos cardinales la tangencialidad de un movimiento de Vanguardia en Puerto Rico. ¡Sursum corda! El bello peñón antillano por fin tiene personalidad propia, integral, de sumos quilates en la Literatura novecentista  para gloria de la generación venidera y lauro y estímulo de los instauradores de la nueva Moral Estética...

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Desde nuestra perínclita alada ya hangar glorioso de bardos aviónicos perfilamos y atalayamos las pautas que desde los más apartados rincones de Europa ubre pródiga─ nos enviaron en rojos radiogramas los esteticistas de ultramar. Pautas que fueron “fogatas de alaridos” en el paisaje mental de nuestras ideas, en la concavidad sonora del “esprit noveau” que se incuba en las vertebraciones del psiquismo nuestro, pautas anrinas, pautas frutecidas de bellas posibilidades.

Reverdy, Huidobro, Guillermo de Torre y su falange de gloriosos flecheros, Cocteau, Souppult, Paul Nenhys el belga, el nihilista Dadá y muchos otros de alto relieve nos prestaron hálitos dispara el grito poliforme e innovador, fueron los luminosos “Scouts” que se adentraron en las selvas babilónicas del futurismo en la búsqueda de la ruta salvadora y que hallándola y ennobleciéndola, en un gesto mesiánico, las lanzaron a través de las antenas del Verbo hacia los mediodías de las juventudes literarias que morían de ideológica inanición, aheorrados por las tinieblas dantescas de un sentimentalismo cursi: sostenedor del fetichismo rubeniano...

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Nuestro poema aspira a la variación de motivos ─no a la unidad de motivos como antaño─: a la innovación temática, a la introducción de nuevas perspectivas suscitadoras de líricas reacciones. Mejor que poema es un anecdotario lírico, una anotación de reflejos, de instantanismos, de brevedades sensoriales, de minutos pletóricos sin enlace ni coordinación. Y para más luz, el autor de “Señales del semáforo” os presta su lámpara lumínica. Dice: “El nuevo poema, sigue en su desarrollo las ondulaciones del libre circuito mental: trayectoria sinuosidal, yuxtaposición de visiones y sensaciones, enlazadas por la analogía de imágenes: simultaneidad de planos o hilos de subconscientes antenas.” El poema atalayista ─afín con el Ultraísta y el Cubista─ está en pugna con la ofusiva realidad implantada, con la copia del factor natural. El poeta Vanguardista es el combinador de los elementos dispersos de esa misma realidad implantada, no para extraer, burilar o pintar un calco exacto, sino para un enfoque de lírica creatividad ajeno a la promiscuidad de la vida y al canon monoédrico de academicismo. Podríamos decir sin temor al equívoco que es el receptor y reflector de todos los espectáculos, vibraciones, ondulaciones y emotividades de más genuinidad de la época actual...

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El verso decadentista que aún tiene sus nidales en muchas almas débiles de atrofia mental, nunca tuvo ni tendrá personalidad propia. El verso [dey Ayar] (desmaya?) al ser dislocado del resto del Poema queda sin vida, sordo áfono, incongruente. Algo así como un miembro orgánico desgajado en una operación quirúrgica de un cuerpo lleno de vida; el cuerpo palpitante, lleno de vitalidad, repleto de energía: y el miembro cortado muerto, frío, inerte... Mas esto no sucede con el Nuevo Poema Atalayista, porque cada una de sus partes integrantes ─cada verso─ tiene su propia autonomía estética dentro del conjunto armónico. Tiene su propio ritmo personal, unilateral. Puede separarse del poema y perdurar siendo el mismo verso vibrátil y sonoro; continúa poseyendo el mismo vitalismo lírico; sin menoscabo de su musical belleza y de su línea pictórica. Un verso atalayista ─cuerda novecentista─ es un verso autónomo, que no obedece a la totalidad temática del poema. Posee el libre albedrío; no acepta las dictaduras del estilo ni las tiranías de asunto cotidiano, manido y tradicional. Vuela en gloriosos zigzag. El asunto trascendental, novelesco, fijado y buscado huelga en la nueva literatura atalayista. Ya lo dijo el belga Paul Nenhys en su preciado e interesantísimo volumen “Poete daujourd d’hui”: ─"La nueva poesía deja de explorar quimeras y aspira a desarrollarse cada día más con la realidad del Siglo..."  y continúa "en ella todo es sujeto de poesía". El poeta se abandona al impulso primero de su pluma y la visión simultánea de todas las cosas que hieren su sensualidad ─(yo diría su susceptibilidad)─ su inteligencia, su memoria.” Si continuamos leyendo su obra llegaremos a esta conclusión de que “el arte nuevo es puramente integral ─se diría─ sinóptico”...

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     Nuestro poema ─el único valor ponderable de esteticismo en P.R.─ tiene

una cualidad distintiva, una característica vital que a medias poseyeron

los clásicos y los epígonos rubenianos, un cualificativo muy de este Siglo: el (Humorismo.)

Tal vez por esta cualidad, por este adorno jovial y saltarín el público profano, la burguesía rampante y la misérrima pandilla de los postergados se indigne y no acepte la verosimilidad estética del Nuevo Poema. Este público y esa burguesía seguida por los postergados aún creen vivir en el siglo XVIII. El siglo de la seriedad y del pesimismo. La era de los enfermos, de los melenudos horteras, de los graves pensadores adunados de “Surmenage”. Cielo aquél de las románticas histéricas bebedoras de vinagre para verse pálidas y ojerosas. Mas la insensatez burguesa está errada. Hoy es hoy. Antaño el poeta lloraba al escribir una redondilla cursi y sentimental. Ogaño cuando el poeta está más triste es cuando adquieren más jovialidad y humor sus poemas. Los de hoy gritan con el abate Swift ¡Viva la haraganería!... Un crítico francés decía al estudiar el humorismo del verso vanguardista: “los poetas nuevos crean alegrías nuevas y su salud mental ha mejorado”... Hacía falta. La literatura estaba en un estado preagónico. Las saudades habían engendrado en ella el bacilo de Koch. Mas he aquí que el poeta se sacude la modorra y comienza a buscar la alegría, la salud, el optimismo. Por eso más tarde cuando se hace tangible esa búsqueda el cubista Souppalt prorrumpe: Los poetas del XX han reencontrado la alegría. Saben reír. No se toman desesperadamente en serio...”

El mundo para el poeta atalayista ─atalayador de vanguardia─ es una escala de risas saltarinas. La seriedad se hizo para el museo, para el templo, para el túmulo funerario: no para la maravillosa poemalización del juglarismo novecentista, que ama el “box”, el vértigo automovilístico, el “jazz band” con igual intensidad con que una glacial sonrisa del escaparate, la augusta silueta del monte contrabandista bebedor consuetudinario de whisky sideral... Donde existe la seriedad está la duda. Donde está la duda allí está el escepticismo, la vacilación, el titubeo y como consecuencia el PESIMISMO. El poeta atalayista no piensa, no duda, no es Pesimista. El poeta atalayista es el factor intermediario del humor cósmico, de la optimiscidad, de lo rútilo. Hemos borrado el color negro de nuestra paleta pictural. Rojo, azul, blanco son los blasónicos colores. Preferimos la mueca, la greguería juglarizante de un Gómez de la Serna  a la fría y artificiosa seriedad de un Menéndez y Pelayo. Humor! Humor! Jovialidad Optimismo es lo que anhelamos...

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     Por ahora hemos presentado las más trascendentales facies de nuestro poema atalayista . Pensamos continuar la presentación de las restantes. Tal vez con la publicidad de estos módulos la actitud deliberadamente hostil y pasadista de “ciertos” fusileros del periodismo y de la crítica insularia, se aplaque, disminuya o desaparezca. Trazamos las pautas para todos los que quieran seguirnos. Pero hay que abandonarlo todo: credos, temores, tradicionalismos, genuflexiones, estrabismos, fetiches maestros y modelos... Olvidar el pasado. Amar el Devenir. Proscribir para siempre los infolios pretéritos, el papagayismo sempiterno...

Nuestros módulos ─únicos Indiciarios de los nuevos rumbos─ han vibrado. Urge pues que todos aquellos amadores de los movimientos de vanguardia, se unan en una masa compacta y solidaria en contra del Decadentismo mediocre y descalzo, que ha sumido en un abismo de idiotez mental la creatividad de intelectos de recia contextura que pudieron llegar a ser... pero no fueron. Guerra contra las bastardías criollas! La única alternativa que nos queda: Ser o no Ser.

Atalaya de los Dioses

El Impacial, 27 de julio de 1929

 

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