DECALOGO ATALAYISTA EN OCHO GRITOS

 

Graciany Miranda Archilla

Art. 1 -Empezaremos por decir que todo idiota es un antiatalayista, enemigo del movimiento mecánico actual y un ser anquilosado que si tiene narices, carece de cerebro.

Art. 2 -Más que el dodecaedro –figura de 12 facetas– el Atalayismo puede hablar de caras, las caras que tiene y las que no tiene. De ahí que el mentecato arrabalesco caguense no lograra darnos en la cara, a pesar que es un superhombre. Poseemos los letreros de todas las ciudades del mundo. ¿Queréis saber? Londres es nuestra mesa, Berlín nuestra ventana, París nuestro balcón, Viena nuestra cama. Constantinopla nuestra camisa, Pekín nuestra peinilla y Nueva York nuestra corbata... ¿Sobresalimos? Esa es la cuestión: sobresalir. Todo el que sobresale, dejó de ser pequeño. (También sobresale la naranja: señal de que dejó de ser naranja.)

Art. 3 -Según un farfantón mediocrizante, teorizante de bullanguería, Atalayismo es un Pato que pesca lo que otros no consiguieron. Creo –yo estoy casi seguro– que ser Pato es ser atalayista.

Art. 4 -El Pato del Atalayismo ha llegado a la vida con el pico muy largo y las alas muy hondas. De tal suerte provisto, al alargar el cuello picotea mundos desconocidos, y al extender las alas, perfora horizontes.

Art. 5 -Aunque Atalayismo es un "ismo" con un "Atalay" al frente, no penséis pobres sentimentales de baratillo subliterario que  él un hombre vestido de Pato- es uno de tantos trucos escolásticos de trascendencias de ayer. Recordad que Abismo no es una Escuela No olvidéis que Atalayista es todo aquel que desea ser personal en este movimiento violento de nuestra literatura y nuestra política. Atalayismo es la doctrina de cada minuto. Es la juventud de Puerto Rico. Es la vida nuestra, mirada desde el Atalaya razonador de nuestras reales conquistas. Es el reverdecimiento de nuestros espíritus gastados por el afán de la cuchara y el plato de los municipios. Ser Atalayista, es ser patriota, y es ser Poeta. ¿Que explotó un neumático, anduvo un paralítico, un poeta famoso v.g. La Hija del Caribe ¿se cura las quemaduras imitativas? Eso es Atalayismo; el momento que impera. Viejo latón que suena da la misma sensación de un piano nuevo. El chirrido de una puerta celosa que se abre es tan melodioso como el suspirar de una flauta. La rasgadura de un traje sensual es más hipnotizante que una sinfonía de Beethoven. El rebuzno de una bestia es más rotundo que una estrofa cesteriana, repleta de muecas saltimbanquistas. Es igual un Juan Caliente que una fusta, un ladrido que un arrullo.

Art. 6 -No pensamos los Atalayistas convertir a los mistagogos de la vieja religión. Sólo deseamos hacerles la obra caritativa de limpiar a los enfermos de las barrocas musiquitas. Ya saben mis amigos Lloréns Torres (hamaca y salcocho) y uno muy atrevido que se atrevió a publicar creo que una especie de libreto que merece estar la gloria apolillada de la Biblioteca Carnegie ejemplar de malas bibliotecas, Gaspar Gerena Bras ambos ínfimos antonomásticamente– que el Atalayismo se vende en cápsulas, según reza uno de nuestros sabios calembures.

Art. 7 -Como el Atalayismo es movimiento igual de tren que de idea, metamorfosis, aceleración, velocidad no dudamos que con nuestras Pastillas anticatarral-sifilítico-tetánica atalayistas muchos enfermos, andando cogidos de nuestras manos, como los bebés, sudarán la modorra que sobre ellos vomitaron los plectros damnificados de Musset y Silva, sin pensar en el mal que hacían. ¿Mal? No; en el bien que hacían. Porque si estos antropopitecos no existiesen, nosotros no tendríamos a quien limpiar. ¿Y dónde quedarían nuestras gracias doctorales?

Art. 8 -Reconociendo que la idiotez de estos dignísimos señores que honran nuestra literatura mediocre es tan ultra-idiotizada, no esperamos contestaciones. Nos conformamos con dedicarles los manicomios de los museos y librerías y con anunciarles que los echaremos en las carretas del olvido, prometiéndoles, además, que sólo nos ocuparemos de la Juventud Puertorriqueña, única fuerza que aprieta los cuatro mil puntos cardinales del Universo. Que los muertos entierren a sus muertos gritó Cristo, cuando creyó dejar a los mundanos y a las rameras.

Atalaya de los Dioses

El Tiempo, octubre del 1929

 

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